Aguardaba
con la esperanza quieta
del
que lleva los boletos del tren
dentro
de la bolsa de la camisa.
No
pude ver ni nada me dijeron
la
jacaranda que no amorataba,
las
campanas detenidas del reloj,
la
azulada negrura arrepentida
de
la parvada que vuelve el trayecto.
La
perorata que fueron tus ojos
sentenció
que no volverías conmigo:
noctámbula
apología de un fracaso;
contrapunto
que propagó la herrumbre,
puso
en sepia la noche
y oxidó las farolas.
La
calle se volvió
un cinema a dos horas
de
la última función,
cuando
el conserje apaga la luz
pasa
doble llave y se marcha a casa.
Y no
hubo más que regresar:
decir
a la portera que tomaba
de
nuevo el cuarto,
guardar
las boletas de empeño,
desempacar
la vida
y acomodarla en el armario.
y acomodarla en el armario.