Lecturas musicales (Vigil sobre la música)

La explosión de los sueños



Hector Berlioz, Symphonie fantastique, Ouvertüre Le Corsaire, Rafael Kubelik
Orquesta Sinfónica de la Radio Bávara, Rafael Kubelik
Toma de sonido: Martin Wöhr
Producción: Friedrich Welz
Edición: Orfeo Internacional
Remasterización: Ottmar Eichinger y Gottfried Kraus

Es difícil discutir la idea de Aaron Copland que identifica a Hector Berlioz (1803-1869) como un ícono del compositor explorador. Sin duda, Berlioz fue no sólo el romántico obsesivo por crear objetos musicales como reacción a las más hondas pasiones, sino un agitador de los limites formales que llevó a la instrumentación a nuevos planos de la música y que fundió los formatos operísticos, corales e instrumentales en una particular propuesta en la que los campos sensoriales, expresivos y propiamente musicales se encuentran con poderío y sensibilidad.

La Sinfonía fantástica es un momento definitorio de la orquestación moderna, en la que se expone un discurso que no proviene de la memoria sino del inconsciente, una mixtura en la que lo musical está fundido con la confidencia autobiográfica —lo que explica el subtítulo de Episodios de la vida de un artista—. Una obra que resulta un relato sonoro de un amor no correspondido, narrado en un formato cercano a una ópera en cinco actos, que importa la ruptura con la formalidad de los cuatro movimientos sinfónicos. Es el caso de un peculiar extremo del romanticismo, en  tanto que se sostiene por la exposición de las emociones que no provienen de la vigilia, sino que se ubican con cabalidad en el dominio de lo onírico: una pesadilla alucinatoria encausada por los poderes del opio. Quizás el escucha contemporáneo no deje de resentir la sorpresa de la diversidad de ritmos o de las injerencias y las combinaciones instrumentales imprevisibles, tal y como hubo de ocurrirles a los asistentes al estreno de la obra, un cinco de diciembre de 1830. Lo seguro es que el melómano de aquella o de esta época experimentará por igual el estruendo titánico y sutil de las secuelas de la explosión del inconsciente.

El disco que comentamos, producido por Orfeo Internacional, se completa con la obertura de El corsario, inspirada en la novela homónima de Lord Byron: justa celebración del contraste, evidencia de la maestría tímbrica, de la osadía instrumental y del constante diálogo de la música con la literatura que abrazó siempre Berlioz.

Ambas obras son interpretadas con atino y rigor por la Orquesta Sinfónica de la Radio Bávara bajo la batuta del praguense Rafael Kubelik, que nos ofrece una ejecución destacada por su claridad y, sobre todo, por su alejamiento del efectismo superfluo, un riesgo siempre latente en torno a la obra de Berlioz que en esta versión se elude con suma fortuna. 




La complejidad de lo nimio



Satie, Piezas para piano, Patrick Cohen
Patrick Cohen
Cuenca, 1997
Piano Érard, original de 1855
Toma de sonido: Carlos Céster
Producción: Carlos Céster
Edición: Glossa Music



Es más que sabido que decidir un rumbo propio, apartado de las muchedumbres, las modas y las tendencias, tiene siempre un costo. Negarse a la vez a sumarse a las vanguardias ni proponer encabezar una propia potencia el saldo. Lo más seguro es que estas inconveniencias no tuvieron importancia para Erik Satie (1866-1925). Todo apunta a que su disidencia con los cánones musicales antes que intención, fue desatención. Solía calificarse como un amnésico, un creador que no partió deliberadamente de un antecedente, imposible de encasillar en tendencias o tradiciones, porque no compuso desde ninguna como tampoco deseó fundar otra: “No hay una escuela Satie. El satismo no puede existir. Yo mismo estaría en contra de él”.


Sin mayores pretensiones, baste decir que Satie legó una obra particular a lo más. De allí la dificultad para comunicar la experiencia que forma la música de Satie, porque quizás sea este el caso de una obra musical que sólo puede reducirse a eso, a una experiencia, a algo que es difícil de adjetivar más allá de aludir que se trata de algo que está plenamente en el dominio de lo que nos pasa, lo que al suceder ingresa de inmediato a nuestro interior y nos afecta. Al escuchar alguna Gnossienne o una Gymnopédie estamos en condición de forzarnos al movimiento interno, insisto, no es algo que pase sino algo que nos pasa. Acaso el asombro mayor entre toda la extrañeza que provoca las piezas esté en la paradoja de una obra que se ubica tan cerca de la subjetividad como lejos del arquetipo del artista romántico que se da a crear desde las emociones y las entrañas.

Esta recomendación se completa con la ejecución que Patrick Cohen gravó para el riguroso sello español Glossa Music. Atinada por cuanto a que resuelve con fortuna los amplios márgenes de libertad que dejó Satie para el pianista. Cohen cuida de alejarse de las solemnidades y reproduce, casi sin agregar nada, la objetividad sugerida por la obra para entrar de lleno, pero sin estridencias ni falsas calmas, a la intimidad del escucha. Escuche a Satie, déjese alterar, permítase escuchar cómo es posible que una serie de piezas para piano puedan transformarlo con la música que ha sido devuelta al plano nimio y sutil de los sonidos. 

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